abril 26, 2010

La moral en contra de la naturaleza

Todas las pasiones tienen una época en la que resultan nefastas, en la que subyugan a sus víctimas con el peso de su estupidez; y en una época posterior, mucho más tarde, en la que se desposan con el espíritu, en la que se "espiritualizan".

En otros tiempos se combatía la pasión en sí por la estupiez que implica; los hombres se conjuraban para aniquilarla; todos los viejos monstruos de la moral coincidían en sostener que hay que matar las pasiones. La fórmula más conocida de esto la encontramos en el Sermón de la Montaña del Nuevo Testamento, en el que, dicho de paso, no se miran las cosas desde lo alto. En él se dice, por ejemplo, refiriéndose a la sexualidad: "Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo." Afortunadamente, ningún cristiano ha seguido este precepto. Aniquilar las pasiones y los deseos por el mero hecho de prevenir la estupidez y las desagradables consecuencias de ésta es algo que hoy nos parece una forma aguda de estupidez. Ya no admiramos a los dentistas que nos extraen los dientes para que no nos duelan. Por otra parte, hay que reconocer que la idea de "espiritualizar las pasiones" resulta inconcebible en el terreno donde surgió el cristianismo. La Iglesia primitiva luchó, efectivamente, contra los "inteligentes" en favor de los "pobres de espíritu". ¿Cómo se podía esperar de ella una lucha inteligente contra las pasiones? La iglesia combate la pasión con la extirpación, en todos los sentidos de la palabra: su medicina, su "terapia" es la castración. No pregunta nunca: "cómo espiritualizar, embellecer, divinizar un apetito?" En todo momento ha cargado las tintas de la disciplina sobre el exterminio (de la sensualidad, del orgullo, del ansia de poder, de poseer, de vengarse). Pero atacar las pasiones en su raíz equivale a atacar la vida en su raíz: la praxis de la Iglesia es hostil a la vida.

Friedrich Nietzsche

1 comentario:

David Astronauta dijo...

La iglesia... sus perspectivas y sus excepciones...
Me apasiona leer textos como este.