junio 12, 2009

FRENTE AL TIMÓN, CON LAS MANOS ATADAS

Nuestro país no es una nave segura y el clima económico externo permanece lluvioso. El mismo Antonio Saca arguyó muchas veces que la crisis internacional era la responsable de que no obtuviéramos el crecimiento deseado. El próximo capitán del barco es Mauricio Funes, en quien muchos vieron la promesa de un cambio de rumbo para El Salvador. Sin embargo, su margen de maniobra parece estrecho.

Alrededor de 500 millones de dólares en deuda, fondos insuficientes para continuar con todas las políticas de subsidio promovidas por el presidente actual y una recaudación tributaria marcada por la evasión y la elusión son parte del panorama oscuro de la economía actual. Pero lo peor es el pronóstico de FUSADES de crecimiento nulo del Producto Interno Bruto para este año. Esto obligará a Funes a renegociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las condiciones y el destino de los préstamos que ya habían sido aprobados para el pago de deuda.

Ante una crisis como la que enfrentaremos, los países disponen de diversas herramientas para maniobrar: política monetaria, adquisición de planes de financiamiento, redistribución del presupuesto general de la nación según se estime conveniente, etc. Para dificultad del nuevo gobierno, la posibilidad de hacer política monetaria desapareció con la dolarización, los planes de financiamiento ya están utilizándose y la redistribución del presupuesto está limitada a las condiciones que pongan los organismos financieros internacionales.

¿Qué magnitud de transiciones podemos esperar, dadas así las cosas? Menores a las deseadas, seguramente. Cualquier transición política, entendida ésta como un cambio de prioridades en los asuntos públicos, pasa por un cambio en la manera de administrar lo público. Ahora, el país está aún más amarrado a lo que dicten los organismos económicos internacionales, los mismos a los que ha sido tan obediente desde el Consenso de Washington y que prometían impulsar el crecimiento en Latinoamérica.

En esta deriva económica, las posibilidades de girar el timón en un rumbo muy diferente del seguido hasta ahora son muy reducidas. Quienes pusieron sus esperanzas en un cambio deberán armarse de paciencia, pues, en principio, lo primordial no será apuntar radicalmente en otra dirección, sino hacer mucho trabajo de reducción de daños, mientras las olas más agresivas de la recesión pasan y se sale a flote de a poco de nuestra honda deuda.